5. Competencia de gran calidad.
Fred Astaire y Ginger Rogers en los años 30 tuvieron que competir en la cartelera cinematográfica con artistas de la talla de Maurice Chavalier que estrenaba su “Desfile del amor”, “El teniente seductor”, “Ámame esta noche” “El caballero del Foliès Bergère”. Eleanor Powell salía con “Melodías de Broadway 1936”, “Nacida para la danza”, “Rosalía”, “Melodías de Broadway 1938”. Jeannette MacDonald y Nelson Eddy triunfaban con sus operetas “Rose Marie”, “Marieta la traviesa”, “Maytime”, Ciudad de oro”, “Enamorados”. Bebe Daniels, la que había sido bañista en los films de Mack Sennett, se la veía en “Rio Rita”, “La música es mágica”, “La calle 42”. Ruby Keeler, en “Desfile de candilejas”, “Vampiresas 1933”, “La calle 42”, “Música y mujeres”, “Casino de París” o “”¡Viva la Marina!”. Joan Blondell, también salía en “Vampiresas 1933”, y en “Desfile de candilejas”, en “Así es Broadway”, “El gondolero de Broadway”, “Al este del cielo”. Eddie Cantor se le veía en “Whoopee”, “Palm days”, “Torero a la fuerza”, “Escándalos romanos”, “El chico millonario”. La lista crecía año tras año. Warner Bros y RKO Radio contrataban a directores que supiesen llevar a cabo lo que el público exigía: musicales. Y los directores que se encargaron de filmarlos fueron, entre otros: Lloyd Bacon, Busby Berkeley, Roy del Ruth, Ernst Lubitsch, Mark Sandrich o Norman Taurog. Las pantallas de aquella década se llenaron de música y danza, mientras la recesión hacía mella en la sociedad americana.
Estados Unidos posee, al igual que los países anglo sajones, la tradición del musical y lo utilizó cuando surgió la posibilidad del sonoro, aun cuando utilizase adaptaciones teatrales. Las ideas venían de todas partes, del “burlesque”, el “vaudeville”, el “music-hall” o la “opereta” europea. En general existe una enorme dependencia, quizá demasiada, por parte del cine musical, respecto a la comedia musical teatral.
Rafael Rodríguez-Bella 2010
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