Mis tertulias con los amigos.
3. En el Jardín Romántico del Ateneu.
Habíamos quedado en citarnos a las seis de la tarde, en el Jardín Romántico del Ateneu.
Llegué con un cuarto de hora de anticipación. Quince minutos en los que pude gozar de la agradable y acogedora paz del lugar, mientras seguía con la lectura de “Justine” de “El cuarteto de Alejandría” de Lawrence Durrell, que esos días estoy degustando, y en el que me encontró metido de lleno, cuando se presentó puntualmente mi amiga y otrora profesora de escritura. Un encuentro, más que amable, afectuoso y acogedor, en el que se entremezclaron Enrique Vila-Matas, Pérez de Andujar y Vargas Llosa, en diferentes momentos de nuestra conversación. Me confesó que después de leer “Dublinesca”, enganchada con la escritura de Vila-Matas, ahora andaba con “Bartleby y compañía”. Y se acordó de mi pasión por este escritor. Nos dedicamos durante un rato a elogiar la facilidad que tiene para vivir, de y con, la literatura y de cómo maneja el tiempo en su escritura. Naturalmente, tratando el tema, surgieron los cursos y los profesores, de la institución dónde nos hallábamos cómodamente instalados: Pau Pérez, por ser mi primer profesor allí y director de la Escuela de Escritura.
Pregunté por el libro que suponía estaba preparando: “27 de septiembre. Un día en la vida de los hombres” (por supuesto escritores), siguiendo la idea lanzada en su anterior libro dedicado a las mujeres escritoras. Un proyecto que tiene sus raíces en la idea de Gorki y en la respuesta que años después le daría Christa Wolf. Me dijo que ya tenía seleccionados a todos los escritores que intervendrían y que esperaba la llegada de la fecha, apasionadamente. Dijo también, que tuvo la suerte de haber contactado con Pérez de Andujar, entusiasmada con su último libro “Los Principes Valientes”, porque además de gustarle, tenía pasajes que coincidían con el lugar de su nacimiento e infancia y en los cuales se reconocía y los conocía. Y así se lo dijo, y esa fue la circunstancia por la que al escritor le dijo que aceptaba su propuesta.
En cuanto a Vargas Llosa, expuse que tuve que leer “La fiesta del chivo” y le dije, sin ningún rubor, que me gustó. Eso la contrarió, puesto que mostré mi rechazo, en una de sus clases, con ese autor, a causa de la lectura forzada de “Conversación en la catedral”. Le pedí que no se enfadase, pero que sigo opinando, acertadamente o no, que es mucho mejor “La fiesta del chivo” que el libro que ella escogió. A regañadientes, pero amistosamente, aparcamos el tema. Y seguimos hablando de la escritura. Le conté de que había terminado mi novela “La alumna”, y le conté cuál era su tema. Y lo que estaba preparando para el próximo curso. Al final tuvo un recuerdo para mis ex compañeras y preguntó por ellas. Y entonces, no recuerdo a santo de qué, le dije que no disponía de tiempo. Que a mis setenta años (que cumpliré el próximo noviembre), no dispongo de demasiado tiempo para todo lo que deseo escribir. Que escribir lleva mucho tiempo. Ella me dijo estar en situación parecida. Le dije que no era posible. Eres mucho más joven que yo. Hablamos de la juventud que es la etapa donde se vive y la madurez en la que se escribe. El tema daba para extendernos más tiempo, pero empezaba a ser tarde y ella tenía una entrevista concertada en un Chat, con una hahikomori así que nos despedimos deseándonos unas reparadoras vacaciones. Ella cogió su bici y yo regresé con los Ferrocarrils.
Rafael.
Barcelona 23 de julio de 2010 a las seis de la tarde.
3. En el Jardín Romántico del Ateneu.
Habíamos quedado en citarnos a las seis de la tarde, en el Jardín Romántico del Ateneu.
Llegué con un cuarto de hora de anticipación. Quince minutos en los que pude gozar de la agradable y acogedora paz del lugar, mientras seguía con la lectura de “Justine” de “El cuarteto de Alejandría” de Lawrence Durrell, que esos días estoy degustando, y en el que me encontró metido de lleno, cuando se presentó puntualmente mi amiga y otrora profesora de escritura. Un encuentro, más que amable, afectuoso y acogedor, en el que se entremezclaron Enrique Vila-Matas, Pérez de Andujar y Vargas Llosa, en diferentes momentos de nuestra conversación. Me confesó que después de leer “Dublinesca”, enganchada con la escritura de Vila-Matas, ahora andaba con “Bartleby y compañía”. Y se acordó de mi pasión por este escritor. Nos dedicamos durante un rato a elogiar la facilidad que tiene para vivir, de y con, la literatura y de cómo maneja el tiempo en su escritura. Naturalmente, tratando el tema, surgieron los cursos y los profesores, de la institución dónde nos hallábamos cómodamente instalados: Pau Pérez, por ser mi primer profesor allí y director de la Escuela de Escritura.
Pregunté por el libro que suponía estaba preparando: “27 de septiembre. Un día en la vida de los hombres” (por supuesto escritores), siguiendo la idea lanzada en su anterior libro dedicado a las mujeres escritoras. Un proyecto que tiene sus raíces en la idea de Gorki y en la respuesta que años después le daría Christa Wolf. Me dijo que ya tenía seleccionados a todos los escritores que intervendrían y que esperaba la llegada de la fecha, apasionadamente. Dijo también, que tuvo la suerte de haber contactado con Pérez de Andujar, entusiasmada con su último libro “Los Principes Valientes”, porque además de gustarle, tenía pasajes que coincidían con el lugar de su nacimiento e infancia y en los cuales se reconocía y los conocía. Y así se lo dijo, y esa fue la circunstancia por la que al escritor le dijo que aceptaba su propuesta.
En cuanto a Vargas Llosa, expuse que tuve que leer “La fiesta del chivo” y le dije, sin ningún rubor, que me gustó. Eso la contrarió, puesto que mostré mi rechazo, en una de sus clases, con ese autor, a causa de la lectura forzada de “Conversación en la catedral”. Le pedí que no se enfadase, pero que sigo opinando, acertadamente o no, que es mucho mejor “La fiesta del chivo” que el libro que ella escogió. A regañadientes, pero amistosamente, aparcamos el tema. Y seguimos hablando de la escritura. Le conté de que había terminado mi novela “La alumna”, y le conté cuál era su tema. Y lo que estaba preparando para el próximo curso. Al final tuvo un recuerdo para mis ex compañeras y preguntó por ellas. Y entonces, no recuerdo a santo de qué, le dije que no disponía de tiempo. Que a mis setenta años (que cumpliré el próximo noviembre), no dispongo de demasiado tiempo para todo lo que deseo escribir. Que escribir lleva mucho tiempo. Ella me dijo estar en situación parecida. Le dije que no era posible. Eres mucho más joven que yo. Hablamos de la juventud que es la etapa donde se vive y la madurez en la que se escribe. El tema daba para extendernos más tiempo, pero empezaba a ser tarde y ella tenía una entrevista concertada en un Chat, con una hahikomori así que nos despedimos deseándonos unas reparadoras vacaciones. Ella cogió su bici y yo regresé con los Ferrocarrils.
Rafael.
Barcelona 23 de julio de 2010 a las seis de la tarde.
Dono per suposat que parles de l'Esmeralda...que bé poder parlar de literatura, dels seus autors i les seves obres. Jo en tinc pocs coneixements, el que he llegit sola i el que hem après a les classes desde Casa Elizalde fins ara.
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