El hombre luce una inquietante sonrisa y yo voy encogiéndome más y más. Viene a por mí, seguro.
Se me acerca quedo, pausado. Todas las miradas me acechan. Lo tengo a dos pasos.
Cierro los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiese ahuyentar la horrible visión. Por una vez, funciona.
Cuando los abro, lleva a López agarrado de una oreja y lo arrastra hacia la pizarra.
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