El cine de Busby Berkley.
El otro día comentaba un e-mail enviado por Alicia, a causa de las fotos que nos envió sobre los calidoscopios que me recordaban a las coreografías de Busby Berkeley. Hoy he decidido hablar de este director y coreógrafo de los años 30 y 40. Su gran etapa estuvo relacionada con la Warner. En los inicios del sonoro, todas las productoras se lanzaron a producir musicales, para hacer gala del nuevo sistema. Con Berkeley trabajaron artistas como Dick Powell, Ruby Keller o la estupenda Joan Blondell o la picante Toby Wing. El sistema de Berkeley se alejaba de lo que representaba la actuación de la pareja (caso de Fred Astaire y Ginger Rogers). Sus films eran, el propio Berkeley. Incluso se atrevió a poner en su reparto artistas que nada tenían que ver con el musical, prueba de ello es su magnífica “El altar de la moda”, está entre las mejores de su autor. La época de la Warner (donde cobraba un magnífico salario, en aquella época, de 2000 dólares semanales y sus números musicales llegaban a costar 125.000 dólares, cada uno ), su mejor época que terminó en los años 30. Después pasó a la MGM.
Berkeley fue algo más que un coreógrafo. En realidad se le puede considerar como creador completo, dado que fue el creador de los números musicales que incluso firmaron otros directores. De hecho, en estos films la parte musical se filmaba por separado de la comedia, y Berkeley no se limitaba a “montar” el número, sino que se hacía responsable de su rodaje y montaje.
En realidad en los musicales de Berkeley no se bailaba demasiado, la sensación de danza se daba a través del montaje (Hoy también se ha hecho con films como “Chicago” o “Nine”, en el que intervienen actores que no son cantantes ni bailarines, pero que el montaje lo soluciona todo).
En los films de Berkeley abundan los suelos de espejo negro. Algo que copiaron después, otros directores. Pero lo que le hizo famoso popularmente, fueron sus composiciones de flores humanas. Verdaderos calidoscopios, tomados desde las alturas, con la cámara en picado. Esa es la imagen que ha quedado de Busby Berkeley. No se trataba de números al servicio de la estrella de turno, sino de extravagancias, como se les llamaba, que sólo el cine ha recreado. Y ahí lo demuestran films como: “La calle 42”, “Vampieresas 1933”, “Música y mujeres”, “Vampiresas de 1937”, que estaban más cerca de las girls de las Rockettes del Radio Citty Music Hall que de las chorines de Zigfield.
Ha tenido muchos imitadores, pero nadie ha estado a su misma altura.
El cine musical le debe mucho a Busby Berkeley.
Rafael Rodríguez-Bella. Agosto 2010
El otro día comentaba un e-mail enviado por Alicia, a causa de las fotos que nos envió sobre los calidoscopios que me recordaban a las coreografías de Busby Berkeley. Hoy he decidido hablar de este director y coreógrafo de los años 30 y 40. Su gran etapa estuvo relacionada con la Warner. En los inicios del sonoro, todas las productoras se lanzaron a producir musicales, para hacer gala del nuevo sistema. Con Berkeley trabajaron artistas como Dick Powell, Ruby Keller o la estupenda Joan Blondell o la picante Toby Wing. El sistema de Berkeley se alejaba de lo que representaba la actuación de la pareja (caso de Fred Astaire y Ginger Rogers). Sus films eran, el propio Berkeley. Incluso se atrevió a poner en su reparto artistas que nada tenían que ver con el musical, prueba de ello es su magnífica “El altar de la moda”, está entre las mejores de su autor. La época de la Warner (donde cobraba un magnífico salario, en aquella época, de 2000 dólares semanales y sus números musicales llegaban a costar 125.000 dólares, cada uno ), su mejor época que terminó en los años 30. Después pasó a la MGM.
Berkeley fue algo más que un coreógrafo. En realidad se le puede considerar como creador completo, dado que fue el creador de los números musicales que incluso firmaron otros directores. De hecho, en estos films la parte musical se filmaba por separado de la comedia, y Berkeley no se limitaba a “montar” el número, sino que se hacía responsable de su rodaje y montaje.
En realidad en los musicales de Berkeley no se bailaba demasiado, la sensación de danza se daba a través del montaje (Hoy también se ha hecho con films como “Chicago” o “Nine”, en el que intervienen actores que no son cantantes ni bailarines, pero que el montaje lo soluciona todo).
En los films de Berkeley abundan los suelos de espejo negro. Algo que copiaron después, otros directores. Pero lo que le hizo famoso popularmente, fueron sus composiciones de flores humanas. Verdaderos calidoscopios, tomados desde las alturas, con la cámara en picado. Esa es la imagen que ha quedado de Busby Berkeley. No se trataba de números al servicio de la estrella de turno, sino de extravagancias, como se les llamaba, que sólo el cine ha recreado. Y ahí lo demuestran films como: “La calle 42”, “Vampieresas 1933”, “Música y mujeres”, “Vampiresas de 1937”, que estaban más cerca de las girls de las Rockettes del Radio Citty Music Hall que de las chorines de Zigfield.
Ha tenido muchos imitadores, pero nadie ha estado a su misma altura.
El cine musical le debe mucho a Busby Berkeley.
Rafael Rodríguez-Bella. Agosto 2010
De Busby Berkeley no en sé gaire, sols el record d'alguna peli, amb el teu escrit, he ampliat el meu coneixement d'ell.
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