Mientras me abalanzo sobre ella, hambriento, percibo un olor familiar. De una ventana próxima me llega el recuerdo del potaje que guisaba mi abuela en Navidad, con una capa de grasa de un dedo que untábamos en unas hermosas rebanadas de pan.
Una lágrima cae en el bol de agua sucia que han hecho las monjas del asilo. Sonrío. Hoy por lo menos no será tan sosa.
llevat tot, bon profit!!
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