Mis tertulias con los amigos.
2. En el Velódromo.
De un tiempo a esta parte he descubierto que en realidad me gusta tertuliar en un bar, mientras resopla la cafetera cuando calienta la leche y me invade un excelso olor a café. Escuchando, con un poco de suerte, el repiqueteo de las fichas de dominó, sobre el mármol de las mesas del fondo de la sala. Todo ayuda a conversar.
No hace mucho compartí conversación, con una amiga, excompañera de clases de escritura, en el bar El Velódromo, reabierto desde hace poco, de la mano de la cervezera Moritz. No parecía que hubiese pasado tanto tiempo, como en realidad pasó cerrado, este local. Nos dio la impresión, de haber sido tan sólo, un punto y seguido en su vida, y a mí me ilusionaba pensar que ahora, nosotros nos uniríamos a la larga lista de escritores que han pasado por este local y así, nuestra conversación, pareció ser la continuación de aquella que interrumpimos tres años atrás. Siempre estuvo, en el aire, desde entonces, la promesa de un café, pero no llegaba el momento de materializarse. Hasta este día. No sé si por sentir vergüenza de llevar esa promesa hasta extremos tan longevos o por el aliciente de regresar al Velódromo de nuevo, después de glosar este tipo de locales en mis escritos, y hacer como que no había pasado el tiempo, por ese local y por nosotros. Pero lo cierto fue que, nada más entrar en el local, todo pareció estar integrado en una misma continuidad de tiempo. Y nada, en nuestra conversación, pareció estar anclado en el pasado. Todo era presente. Aunque sí hubo una sorpresa referida a épocas pasadas: nos sirvieron el café, junto con un vaso de agua, como en los viejos tiempos. Algo difícil de hallar hoy en día, juntamente con la amabilidad y la sonrisa con las que nos sirvieron. Salió en nuestra conversación, el tema de la escritura, como era de lógico que surgiera, lugar común de nuestra amistad, y de nuevos proyectos y promesas para el próximo curso. Sigue moviéndonos la creatividad. Al salir, nos sentíamos confortados por la recuperación de este local y volvimos a prometernos que repetiríamos aquel café. Aunque no sabíamos cuándo ni dónde.
Barcelona 30 de junio de 2010 a las once de la mañana.
2. En el Velódromo.
De un tiempo a esta parte he descubierto que en realidad me gusta tertuliar en un bar, mientras resopla la cafetera cuando calienta la leche y me invade un excelso olor a café. Escuchando, con un poco de suerte, el repiqueteo de las fichas de dominó, sobre el mármol de las mesas del fondo de la sala. Todo ayuda a conversar.
No hace mucho compartí conversación, con una amiga, excompañera de clases de escritura, en el bar El Velódromo, reabierto desde hace poco, de la mano de la cervezera Moritz. No parecía que hubiese pasado tanto tiempo, como en realidad pasó cerrado, este local. Nos dio la impresión, de haber sido tan sólo, un punto y seguido en su vida, y a mí me ilusionaba pensar que ahora, nosotros nos uniríamos a la larga lista de escritores que han pasado por este local y así, nuestra conversación, pareció ser la continuación de aquella que interrumpimos tres años atrás. Siempre estuvo, en el aire, desde entonces, la promesa de un café, pero no llegaba el momento de materializarse. Hasta este día. No sé si por sentir vergüenza de llevar esa promesa hasta extremos tan longevos o por el aliciente de regresar al Velódromo de nuevo, después de glosar este tipo de locales en mis escritos, y hacer como que no había pasado el tiempo, por ese local y por nosotros. Pero lo cierto fue que, nada más entrar en el local, todo pareció estar integrado en una misma continuidad de tiempo. Y nada, en nuestra conversación, pareció estar anclado en el pasado. Todo era presente. Aunque sí hubo una sorpresa referida a épocas pasadas: nos sirvieron el café, junto con un vaso de agua, como en los viejos tiempos. Algo difícil de hallar hoy en día, juntamente con la amabilidad y la sonrisa con las que nos sirvieron. Salió en nuestra conversación, el tema de la escritura, como era de lógico que surgiera, lugar común de nuestra amistad, y de nuevos proyectos y promesas para el próximo curso. Sigue moviéndonos la creatividad. Al salir, nos sentíamos confortados por la recuperación de este local y volvimos a prometernos que repetiríamos aquel café. Aunque no sabíamos cuándo ni dónde.
Barcelona 30 de junio de 2010 a las once de la mañana.
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