Lo mejor sería ir a por el destornillador y desarmar aquel artilugio. Estaba quedando muy aparente pero nunca lograría que el registro de patentes lo aceptara como robot doméstico.
A pesar de que le apretaba los tornillos hasta hacerle gritar y que le aplicaba descargas eléctricas que le dejaban las juntas chamuscadas, el muy imbécil no había aprendido a obedecer.
Estic tonta. Aquest és el relat núm. 11. Vaig començar el dia 4 i l'he enviat cada día.
ResponEliminaNo et preocupis, a mi també em passa, em faig un embolic amb els enviats.
ResponEliminaA Núria no tindrè l' ordinador, a canvi m'empoto l'Ulises i altres llibres.