Mis tertulias con los amigos.
3. En el Café Salambó.
“Pertenece a la cada vez ya más rara estirpe de los editores cultos, literarios. Y asiste todos los días conmovido al espectáculo de ver cómo la rama noble de su oficio —editores que todavía leen y a los que les ha atraído siempre la literatura— se va extinguiendo sigilosamente a comienzos de este siglo. Tuvo problemas hace dos años,…”
Así comienza “Dublinesca”, la última obra de Enrique Vila-Matas y así comenzó la lectura Eduard Fernández en presencia de su autor, en el acto celebrado en el Café Salambó, de la calle Torrijos, de Gracia. Y también nosotros, comenzamos a escuchar atentamente ese texto que la mayoría de los allí presentes ya conocíamos. Me presenté con el libro en la mano, dispuesto a pedirle que me lo dedicase. Llevaba yo entonces, más de la mitad leído. Extraño sería que no te encontrase aquí, me dijo mi amiga y tutora, así que me vio. Ella sabe de mi admiración por el escritor. Y de cómo en más de una ocasión he tratado de escribir como él lo hace. Vana ilusión, digna de ser penalizada. Estuvimos atentos a la voz de Eduard, como iba desgranando las cuitas del editor recién jubilado. “Dublinesca” es puro Vila-Matas. Y curiosamente me sonó diferente al que yo leí días antes. Quedaba claro que un mismo texto leído por otra persona, puede parecer otro, y no obstante era el mismo que yo leí. Y pensé en todos los que estábamos allí presentes, y en que serían otros tantos textos, como personal allí congregado, algo así como formar una divinidad, padre, hijo y espíritu santo que son tres y son lo mismo o al menos eso dicen. Vila–Matas da para esto y mucho más. A la salida anduvimos comentando la velada y la obra del escritor. Y también en la impresión que nos causó a los dos el texto recitado por Eduard. A ella le sonó extraño, dijo, la forma en que lo leyó, al menos al principio, después se acostumbró y le pareció bien. En definitiva, le ocurrió algo parecido a mí. Rafael.
Barcelona 7 de junio de 2010 a las 7,30 de la tarde.
3. En el Café Salambó.
“Pertenece a la cada vez ya más rara estirpe de los editores cultos, literarios. Y asiste todos los días conmovido al espectáculo de ver cómo la rama noble de su oficio —editores que todavía leen y a los que les ha atraído siempre la literatura— se va extinguiendo sigilosamente a comienzos de este siglo. Tuvo problemas hace dos años,…”
Así comienza “Dublinesca”, la última obra de Enrique Vila-Matas y así comenzó la lectura Eduard Fernández en presencia de su autor, en el acto celebrado en el Café Salambó, de la calle Torrijos, de Gracia. Y también nosotros, comenzamos a escuchar atentamente ese texto que la mayoría de los allí presentes ya conocíamos. Me presenté con el libro en la mano, dispuesto a pedirle que me lo dedicase. Llevaba yo entonces, más de la mitad leído. Extraño sería que no te encontrase aquí, me dijo mi amiga y tutora, así que me vio. Ella sabe de mi admiración por el escritor. Y de cómo en más de una ocasión he tratado de escribir como él lo hace. Vana ilusión, digna de ser penalizada. Estuvimos atentos a la voz de Eduard, como iba desgranando las cuitas del editor recién jubilado. “Dublinesca” es puro Vila-Matas. Y curiosamente me sonó diferente al que yo leí días antes. Quedaba claro que un mismo texto leído por otra persona, puede parecer otro, y no obstante era el mismo que yo leí. Y pensé en todos los que estábamos allí presentes, y en que serían otros tantos textos, como personal allí congregado, algo así como formar una divinidad, padre, hijo y espíritu santo que son tres y son lo mismo o al menos eso dicen. Vila–Matas da para esto y mucho más. A la salida anduvimos comentando la velada y la obra del escritor. Y también en la impresión que nos causó a los dos el texto recitado por Eduard. A ella le sonó extraño, dijo, la forma en que lo leyó, al menos al principio, después se acostumbró y le pareció bien. En definitiva, le ocurrió algo parecido a mí. Rafael.
Barcelona 7 de junio de 2010 a las 7,30 de la tarde.
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