Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Él siempre había sido el preferido de paá y mamá y ahora, encima, estaba enfermo. Cuando dijo que quería que la luna llena entrara en su habitación y fuera a parar sobre la colcha de su cama, nuestros padres se desvivieron por acceder a su capricho. Encargaron un espejo que colocaron estratégicamente junto a la ventana.
Yo, por colaborar, estudié febrilmente los ciclos lunares y "esos días" me mantenía despierto y vigilante hasta que todos se hubiesen acostado.
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