La mujer ha sido, es y será, un bien preciado para el estado y la Iglesia o un elemento subversivo muy temido, que deberá ser eliminado, de forma ejemplarizante, para que no surjan seguidoras.
Un buen ejemplo de ello lo tenemos estos días, situado en el aeropuerto de Tenerife. Su nombre: Aminetu Haidar, la activista saharaui que se encuentra desde el pasado 16 de noviembre en huelga de hambre, para exigir su regreso a El Aaiún. Ella sola “está provocando serias fricciones internacionales, principalmente entre España y Marruecos”, esa es la frase que reiteradamente, hemos podido leer en la prensa. ¿Por qué, ella es la provocadora y no los gobernantes? ¿Por qué no se dice abiertamente que, el gran provocador es el monarca marroquí? o ¿Por qué no se habla de la escasa fuerza diplomática, de nuestro país o a nivel internacional, incluido EEUU, la poca imaginación o la indecisión debida a intereses de tipo político y económico, que impiden que los gobiernos se entiendan y resuelvan el caso?
No es la primera vez que una mujer desestabiliza el poder, transformándose en el florónculo situado en las posaderas de un poderoso o un gobernante ya sea monarca o eclesiástico y no le deja sentarse cómodamente.
La cuestión está, en que para el rey de Marruecos, Mohamed VI, es un claro asunto de honor (un claro asunto de machismo monárquico), “Es un desafío a las autoridades marroquíes y una provocación ante los sentimientos nacionales”, ese fue el comunicado de los líderes políticos de Marruecos, a instancias de su rey, hecho conjuntamente con el ministro de Asuntos Exteriores de aquel país, Taieb Fassi-Fihri. Por eso no dudan en tildar de “chantaje” la actuación de esta mujer que fue expulsada injustamente de su territorio, por disidente. Está en juego pues, la salud y los derechos de la saharaui. Pero hay más, el cónsul marroquí en Canarias, Abderramán Leibek, puso en duda que Haidar esté en huelga de hambre. Explicó que para poder regresar a El Aaiún, Haidar debe “pedir perdón al rey de Marruecos y declararse súbdita marroquí”. Entonces obtendría su pasaporte “en media hora”. Eso es pretender perpetuar el vasallaje. Es un trato humillante que, lógicamente, Haidar rechazó.
Es evidentemente pues, que se trata de un asunto de honor para aquel monarca y lo es doblemente porque se trata de una mujer la que se ha atrevido a plantarle cara. En otras épocas a Haidar se la hubiese lapidado, decapitado o quemado en la hoguera. Así se actuaba contra las mujeres que se atrevían a alzar la voz. A tener personalidad propia. Para esto está el poder, generalmente siempre apoyado por la Iglesia, para ejercerlo sobre sus súbditos. Siempre fue así en la historia de la humanidad. Pero con la mujer siempre se ha actuado más contundentemente.
En la Época Medieval se quemaron muchas mujeres, con la acusación de ser brujas. Curioso ¿no? ¿Nadie se ha preguntado si no quemaron brujos? Siempre se ha hablado de brujas. Si ha habido hombres ajusticiados fue por ideas contrarias al rey o sobre todo, a la Iglesia. Ésta introdujo la Santa Inquisición. Y en su nombre se liquidaba a los disidentes. Y a ellas por brujas.
Al hombre se le ha podido acusar de malvado, de asesino, de traidor a la corona, pero su imagen se ha mantenido intacta. No así la mujer. Las mujeres en la era medieval iban tocadas con pañuelos, cofias, sombreros, de manera que quedase recogido su cabello. La imagen de las mujeres quemadas en la hoguera, las brujas, incluida Juana de Arco, siempre ha sido con la cabellera al descubierto, esa era una fórmula de humillación. Si observamos la Historia de la Pintura veremos que, en la Época Medieval las mujeres van tocadas con diversas prendas, nunca con el cabello al descubierto. Era el símbolo de la mujer decente: en la realeza, la nobleza, la burguesía, incluso en las plebeyas. Los tocados de aquellas damas es el que siempre han llevabado las monjas. Es en el Renacimiento cuando la cosa cambia. El Renacimiento se ha desprendido del poder de la Iglesia. Descubre la belleza de la naturaleza y la idealiza. La idealiza sí, pero siempre partiendo de ella. Descubre el cuerpo y lo representa con todo su esplendor. El artista ya no está sujeto a mandatos eclesiásticos, es libre. Ya no se le impone el estilo que caracterizó el medioevo. Y qué mejor que la mujer para mostrar esa nueva visión de la sociedad (pensemos por un momento que mientras en las repúblicas italianas se da el gran paso. El avance hacia la libertad y el poder de la burguesía, en España seguiremos aún, durante muchos años, en la Edad Media, consolidándose el poder de la realeza y la Iglesia).
El artista del Renacimiento muestra por primera vez pues, la belleza del cuerpo femenino. Por primera vez, se pinta a la mujer de cabellera rubia y suelta, al descubierto. La mata de pelo extendido, al aire libre, es libertad, el artista lo simboliza como la red que extiende el amor.
Todo ha cambiado a partir de entonces. Si las mujeres decentes, siempre fueron representadas en la pintura con el cabello recogido, a María Magdalena siempre se la representó con el cabello suelto, ¿por qué? Porque era una prostituta, el símbolo de la mujer indecente, la perdida. Pero pensemos que es el hombre quién pinta, quién está en el poder, ya sea político o religioso y se las ingenia para marcar de una forma u otra a la mujer. Ella siempre debe estar por debajo suyo. Y para ello la convierte en objeto. Los grandes desnudos en la pintura, no son otra cosa que el hecho de mostrar a los demás, el poder del hombre, que todos sepan que tiene a esa mujer tan hermosa, de la cual se está beneficiando, de la misma forma que representa su nivel de vida con aquellos bodegones repletos de comida. Hoy esto es representado fotográficamente.
Pero volvamos al título del artículo. LA MUJER: ¿A QUIÉN PERTENECE AL ESTADO, A LA IGLESIA O A ELLA MISMA? El gobierno español finalmente ha aprobado una ley que no penaliza a la mujer por abortar. ¡Ya era hora! Llevábamos años de retraso en esta materia. (En otras también todavía). Pero amigo Sancho, con la Iglesia hemos topado. La tristemente famosa, por reaccionaria y anclada en el pasado franquista, Conferencia Episcopal Española, se ha alzado en contra de esta ley gubernamental, olvidando que es el Estado el que legisla y no la Iglesia. Que su poder no es tal. Aunque en el fondo lo sabe perfectamente demostrando su pataleta con la amenaza de excomulgar a quién la practique. Negándole la comunión a quién la apoye. Sea cristiano o no. Se autoerige así, en la dueña y señora del cuerpo humano, de la mujer en este caso. Porque de ella depende la perpetuación. La está tratando de elemento reproductor, por tanto sin alma. Volvemos a la era medieval. Y sigue lanzando insultos. Trata al gobierno de asesino. Y con él a todos los que apoyen o practiquen esa ley. Es algo inadmisible. En ese sentido me ha parecido ejemplarizante la postura tomada por la agencia publicitaria Promedios de vetar a la campaña de E-cristians contra el divorcio y el aborto, que pretendían instalar en los autobuses de Barcelona. Evidentemente Josep Miró i Ardèvol, dirigente de este grupo ultracatólico ha protestado. Está en su derecho por descontado, pero la sociedad también lo está para defenderse de semejantes ataques de quienes ya no representan nada. La mujer es libre de decidir sobre su propia persona. Nadie, ni la sociedad, ni el Estado, y menos, la Iglesia, no tienen porqué inmiscuirse en su vida. Es libre. Que quede claro.
Rafael