dissabte, 26 de desembre del 2009

Arrastrando la resaca de estas fiestas.

Necesito oxígeno. Limpiarme de gérmenes navideños, mi sensibilidad ha quedado dañada. Demasiado aperitivo, demasiado pavo y demasiada carn d’olla, turrón, neules, y demás.
Demasiado todo. Demasiada sobremesa. Demasiada familia. Demasiados regalos. Demasiado nerviosismo infantil. Cuando llegan estas fiestas las compras, la gente, todo resulta demasiado. Nos sobrepasa. Las tiendas llenas. Las calles intransitables. ¿Qué le ocurre a la gente? A pesar de la crisis. Y es que no aprendemos. Los ricos siguen haciendo ostentación de su poder adquisitivo. Los pobres siguen siendo tan pobres y aquí no pasa nada. Los corruptos no dimiten. Los gobernantes apenas mueven ficha. Y el Papa pidiendo paz desde su balcón. Pero mientras el pueblo se mantiene silencioso, alguien coge las riendas desesperadamente, como ha ocurrido en Italia por segunda vez en poco tiempo. Un hombre atacó al primer ministro Berlusconi era un demente, dijeron, (claro que iban a decir). Una mujer agarró la vestimenta del Papa en una ceremonia y lo derribó al suelo (han vuelto a decir que era psicológicamente inestable) y la han internado en un centro. Ahora si que terminará trastocada, el gobierno se ocupará de ello. Esta mujer jamás será rehabilitada. En mi barrio esta semana se ha suicidado una mujer tirándose de lo alto del edificio a la calle Caponata. Los gritos fueron aterradores. La mujer se tiró nada más salir su hijo de casa camino del trabajo. El muchacho estaba arrancando la moto cuando presenció el espectáculo. Con este, ya es el segundo suceso de este tipo. Al primero lograron salvarlo. (¿Salvarlo?). Tenía 42 años, lo hizo por depresión, se había quedado sin trabajo. Tanto disparate a ¿quién habría que pedirle cuentas? Los banqueros, los gobernantes, celebran esta Navidad como si nada pasase. A ellos no, que no les pasa nada. Y el rey sigue largando el mismo discurso de cada año, pero no suelta ni un duro para los pobres. Al igual que el Vaticano, cargado de tesoros. Si vendiese alguno de ellos podría dar de comer a los hambrientos, como reza su mandamiento. Esto no tiene arreglo. Yo mismo sólo hago que lamentarme. Y encima no se me ha ocurrido otra cosa que desear felices navidades a todos. Está claro que, yo también estoy contaminado de ese virus que nos está destruyendo a todos. ¿Cambiará algo el próximo-cercano año nuevo? Lo dudo, seguiremos igual, sino tiempo al tiempo.

Rafael Rodríguez-Bella


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada