EL GUERRERO DEL ANTIFAZ
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“Sin quererlo, sin darse plenamente cuenta de ello, pero por lo que sentía en lo más profundo de su ser, Manuel Gago llegó a describirnos, en un sutil paralelismo y en un simbolismo innato en él, la dura realidad española. Y los lectores, sin percibirlo del todo a veces, pero con ese instinto propio del ser humano, se reconocían en esas aventuras trepidantes que disimulaban la realidad.
La Reconquista fue una guerra civil. Los árabes de entonces estaban en España desde hacía ocho siglos, así es que muchos ya eran españoles. Y Gago se puso entero en su personaje. La guerra fratricida puso al mismo nivel a individuos de todas clases, a ricos y pobres, a cultos y analfabetos, todos iguales ante la barbarie y la muerte. Calvario de una nación, de un pueblo. A Unamuno «le dolía España». A Gago también. Por eso trazó con su pincel un vía crucis heroico”.
“Gago, como millones de españoles, no tuvo más remedio que aceptar su situación y luchar por la subsistencia. La rebelión no le conducirá a nada. Lo que le ayuda a soportar las dificultades y las enemistades es enfrascarse en su propia vida de lucha y hallar la satisfacción de hacer el bien y ayudar a otros, lo que le permite tener verdaderos amigos. Como un Redentor, carga con el horroroso pecado de la guerra civil, asume las consecuencias de la guerra y su vida será una eterna tragedia en aras de la expiación del pecado y en la lucha por el bien y contra toda injusticia. Gago vive así. Su lucha es el dibujo, la creación de personajes, la narrativa heroica, la ayuda a familiares y amigos, el sueño del poeta y la generosidad del hombre común”.
El porqué de esta situación:
El padre de Manuel Gago, al terminar la Guerra Civil, (era oficial del ejercito republicano) fue represaliado y condenado a prisión. Gago a los catorce años, según explicaba su hijo, fue el único proveedor económico de su madre y hermanos menores, trabajando de mecánico y otros trabajos ocasionales. A ratos libres dibujaba. El Guerrero del Antifaz surgió cuando tenía 18 años, convaleciente en un hospital de Albacete, aquejado de tuberculosis. Su editor le obligó a venderle sus derechos sobre el personaje del guerrero y le propuso un contrato que le impedía trabajar para nadie más, sabiendo en las condiciones en que el dibujante se encontraba.
Què fort tot el que expliques i què cecs que estàvem!
ResponEliminaEn aquests temps en que tantes coses semblen tornar enrera, és important no oblidar. Gràcies.