diumenge, 31 d’octubre del 2010

Envidia, mucha envidia

Tengo envidia, mucha envidia de cuantos viven y trabajan en las grandes ciudades francesas, porque saben lo que quieren y lo que tienen y no están dispuestos a que el presidente de su nación se lo cargue así, con estos modales impresentables, impropios de una democracia. Por eso tengo envidia. Y pena también, una profunda pena, porque aquí en nuestra tierra no sabemos defender, hasta la lucha en la calle, si es necesario, el expolio de ideas y libertades, de idioma y pensamiento que nos están quitando. Primero fue el Estatut y ahora, como aquel que va cortando finas rebanadas de pan, nos quieren quitar la lengua preferente en ayuntamientos, diputaciones y demás lugares oficiales, de la misma forma que pretenden uniformar la cultura. Y a pesar de ello, no salimos a la calle. No hacemos huelga y si la hacemos será tan ridícula como la del 29 de septiembre. Por eso tengo envidia, mucha envidia, de un pueblo como el francés que sabe lo que quiere y tiene. Y pena también, mucha pena, porque no salimos a la calle, todos unidos, a defender lo que no debemos consentir que nos quiten. Porque deberíamos manifestarnos otra vez como hicimos el pasado 10 de julio, por el Paseo de Gracia, para exigir que no se hagan los ciegos y sordos por lo que demostramos entonces y que se está demostrando que no sirvió para nada. Triste realidad, por eso…

tengo pena, mucha pena.


Rabel Rodríguez-Bella 31 de octubre 2010

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