divendres, 3 de gener del 2014

LAS FIESTAS


Metáfora

Sintió que era lanzado al aire y que se precipitaba verticalmente hacia no sabía dónde. Su cuerpo cayó tras un tremendo chapuzón en un espumante líquido dorado, entre medio de fruta troceada que flotaba: naranja, plátano, piña, manzana, kiwi, uva. Intentó agarrarse en uno trozo de aquellos, pero le resultaba imposible, giraban de inmediato, sumergiéndolo de nuevo en el líquido. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? ¿A dónde había ido a parar? No comprendía nada, cuando de pronto escuchó una voz que decía:¿Alguien quiere más macedonia? Y dicho esto, un enorme cucharón lo alzó junto a varias piezas de fruta y lo depositó en un recipiente. A los pocos segundos unos dedos con rojas uñas, introducían una cuchara, y él, junto a unas piezas de piña, intentaron llevarlo a una boca de labios rojos también, de no ser porque un chillido lo evitó. ¡Lo habían descubierto! La mano soltó la cuchara y fue a dar de bruces sobre un mantel de flores estampadas, junto a los trozos de piña que le cayeron encima. ¡Qué asco! ¿Qué es eso? Él se incorporó rápidamente y echó a correr, sin saber a dónde. Trataba de esquivar los manotazos, entre vasos, servilletas, cuchillos y cucharas. Aquellos gigantes enfurecidos trataban de darle caza y eliminarlo. ¡Qué no se escape! ¡Qué no se escape! Oía a sus espaldas. Tropezó con un palillo y fue a parar sobre un trozo de turrón de alicante, que hizo que se enganchase en su densa crema. Tuvo que hacer enormes esfuerzos para desprenderse de tan viscoso mejunje y casi estuvo a punto de ser alcanzado. Un salto al vacío lo evitó. Entonces no le tocó más remedio que ser más hábil y rápido para evitar los pies que trataban de aplastarlo. Hasta lograr dar alcance a un árbol repleto de guirnaldas plateadas de donde colgaban paquetes con grandes lazos. ¡Entonces se dio cuenta! ¡Era Navidad! La pesadilla de cada año, solo que esta vez se había materializado de forma aun más angustiosa, terrible y desesperada. De entre medio de las hojas de aquel abeto pudo comprobar con espanto que quienes le perseguían, tan encarnizadamente, era su propia familia. No podía dar crédito a cuanto le estaba sucediendo. Y mientras eso pensaba, notó que la rama donde se hallaba, se agitaba violentamente. Miró hacia abajo. Era el gato que lo había descubierto y trataba de alcanzarlo, si lo lograba estaba perdido. Se agarró fuerte y ascendió un poco más. Pero el animal parecía que insistía en querer atraparlo. Hasta que perdió el equilibrio y cayó. Sobre él sintió el peso de la pata del felino que lo presionaba delicadamente sin dejarlo escapar y acercándole el hocico lo cogió con sus dientes, poniendo mucho cuidado en no hacerle daño. Saltó el animal entre los regalos y se lo llevó a su rincón preferido. Con la pezuña clavada en su ropa lo alzó a la altura de sus ojos.
—Mishino, Mishino, soy yo tu amigo, ¿no me reconoces? Suéltame, no me hagas daño.
Y para su sorpresa el animal le contestó:
—No seas simple, amo. Te acabo de salvar de todos esos cretinos que solo piensan en comer e intercambiar regalos hipócritamente.
—Bueno es Navidad y es lo que se hace.
—¿Por qué solo en Navidad? ¿Y el resto del año? Los humanos estáis locos de remate, amigo. Quédate aquí junto a mi y no te pasará nada. Mañana todo habrá pasado. Regresará la normalidad y tú saldrás de este mal sueño.
El hombre obedeció y se quedó junto a su animalito, a esperar que todo pasase.

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