dimecres, 12 de març del 2014

CINEMA I EL TREN

VI

“La rueda”
(La roue)
(1923)

            Dejamos el oeste americano, esta vez, para trasladamos a Europa, y hablar de “La rueda”, el film que Abel Gance rodó en Francia en 1923, con guión propio. Después del rodaje de “J’Accuse!”, Abel Gance se puso a trabajar en esta nueva historia de un mecánico (Sisif) de trenes que encuentra a una niña (Norma), entres los restos de un tren accidentado, y cuyos padres han muerto en él. El film se abre con un espectacular choque de trenes. La pequeña es adoptada y la educa, junto a su hijo. Con el tiempo la niña crece y es ahora una hermosa joven, de la que se enamoran padre e hijo. Pero será un ingeniero el que se case con ella, poniendo fin a la rivalidad que se había creado. Pero surgirán problemas entre ellos. El mecánico se quedará ciego, y un día se reencontrará con ella que lo ayudará a terminar una vida que la fatalidad les ha obligado a vivir juntos. El film contiene referencias a la tragedia griega: Sisif es claramente Sísifo, y como aquel, acabará ciego a causa del deseo incestuoso. La metáfora de la rueda: es la rueda del destino, la rueda del deseo y la rueda de la misma película.
            “La roue” soliviantó a espectadores y a toda la profesión que pusieron el grito en el cielo, según cuentan las crónicas, porque creían que Abel Gance se burlaba de ellos, por la sencilla razón de ser más inteligente y porque supo utilizar los recursos de su profesión como nadie, así como el sentido que tenía del arte. Utilizó un montaje de cortes muy rápidos, dándole un caràcter netamente cinematográfico. Fueron muy pocos que así lo entendieron.
            El ritmo rápido, la música empleada (el film era mudo) y el simbolismo utilizado, hicieron que se terminase dándole al film el título de obra de arte, considerándolo representante de la auténtica “Escuela Cinematográfica Francesa” comparándolo por su importancia con “Intolerancia” de Griffith.
Abro un pequeño paréntesis: La primera vez que vi “La rueda” fue en 1969 en París, salíamos de ver el Museo del Cine de Henry Langlois que se hallaba situado en el Palais Chaillot, compartiendo espacio con el Musée de l'Homme y nos dijeron si la queríamos ver. La iban a proyectar en aquellos momentos, de forma informal, una vez cerrara las puertas el museo. Era una copia en 16mm, pero no tenía la duración original de 5 horas, solo 3. Se proyectó en una pantalla portátil y los allí presentes, un pequeño grupo de estudiantes y algún visitante casual, como nosotros, la vimos sentados en el suelo. ¡Increíble, pensar que esto pudiese suceder hoy! La visión de este film siempre me quedará grabado, como un auténtico acto de militancia cinéfila.







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