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3. Con la carpeta bajo el brazo salió de casa.
Podía distraer su mirada sin prisas, tenía suficiente tiempo para llegar a la
hora convenida. Por una vez no tenía que ir corriendo. De manera que prefirió
cruzar aquel barrio de casas pequeñas, con ventanas al alcance de la mano o de
la vista, como quien dice y poder, con un poco de suerte, observar en ellas que
sucedía en su interior. Fue entonces cuando se dio cuenta que se había convertido
en un voyeur empedernido. Un mirón, un merodeador obseso. Aquel trabajo que
llevaba bajo el brazo lo había convertido en eso. Nunca le importó que podía
suceder en el interior de una ventana. Nunca se detuvo ante una cualquiera para
observar, para escudriñar en ella, pero aquel trabajo lo transformó de tal
manera que ya le resultaba inevitable mirar y arriesgarse a ser descubierto.
CONTINUARÁ…
més, més
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