5. Doble identidad
Dejé
a Nolan en su casa y eché a caminar bajo los tilos que perfumaban toda la
avenida en donde vive. Lugar privilegiado dónde los haya. Algo que siempre he
envidiado. Y entre aquella fragancia de aquel barrio señorial, fueron tomando
forma diversas ideas en mi cabeza. La más insistente fue la de la doble
identidad. Como escritor, siempre me ha atraído esa idea. Pero en el caso de
Nolan no resultaba lo más adecuado. Es más, era imposible pensar que Nolan
tuviese una doble identidad. No era propio de un hombre como él. De serlo le
resultaría ciertamente negativo para su profesión. Pero la idea de coexistir
con un doble tenía cierto morbo. ¿Cómo sería ese doble, en caso de que
existiese realmente? Fui apartando, una a una, todas las ideas, hasta quedarme
únicamente con la de ese extraño doble. Extraño porque hasta ese momento, nadie
sabía quién era ni cómo era. Pero conforme me adentraba en el tema, en mi
cabeza se hacía más fuerte la idea de que bien podría ser real esa doble
identidad. Una idea sustentada por el hecho de que Nolan se apresuró a darme la
noticia. Cómo la había recibido, eso no lo dijo. En realidad era yo quién iba a
notificárselo. Fui yo quien recibió la misiva, puesto que fui yo quien escribió
el artículo. Me estaba resultando todo muy extraño, pero ¿empezaba a dudar de
mi amigo? ¿Por qué? Él nunca me dio motivos como para dudar de su persona. Será
que su oficio corrompe, llegué a pensar. Pero, ¿qué estaba diciendo? ¿Desde
cuando me permito dudar así de mi amigo? Estaré perdiendo la cabeza. Aunque
bien mirado no sería el primero en crearse una doble identidad. No, no, no es
posible. Nolan no. Pero, ¿Y si fuera verdad?
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