dimarts, 28 de desembre del 2010



TODO ES POSIBLE EN PARÍS
8

La desaparición del empleado

2ª parte
Después de lo sucedido, obligaron a mi compañero que montase guardia a pie de cuadro, para evitar que ella saliera. De tal modo que lograron que Napoleón montase en cólera al ver que no se presentaba. Y un buen día, a primera hora de la mañana, se presentó montado en su caballo, ante mi compañero y le increpó que qué hacía allí. Mi compañero asustado dijo que cumplía órdenes y que debía controlar que aquella mujer no se marchara del cuadro. Napoleón lo cogió por la solapa y le gritó: “Usted conoce el “Rapto de las sabinas” ¿verdad? Pues eso es lo que yo voy a hacer con mi dama y no se interponga usted mecretefe o lo mato. Acto seguido se la llevó. Con lo cual el cuadro quedó vacío, pero no solo el de ella, sino también el de él. Vaya hombre eso si que es interesante, dijo el escritor, frotándose las manos. ¿Y cómo terminó el asunto? Pues que mi compañero corrió a la sala donde se ubicaba el cuadro del emperador y comprobó que también se había evaporado el personaje. Con lo que serían dos los cuadros con desaparecidos. Regresó a su sala corriendo, dispuesto esta vez sí, ha avisar al director, pero entonces se topó con una enorme sorpresa. Escuchó un tremendo vocerío que procedía de la sala de Ingres y se encontró con que todas las mujeres del baño turco estaban saltando del cuadro indignadas por el rapto de su amiga y estaban soliviantando a sus compañeros de otras salas, incluso los guerreros de los cuadros de David, para que la buscasen y diesen muerte a Napoleón. Entonces corrió a dirección y explicó lo que estaba sucediendo. Inmediatamente llamaron a todo el personal de seguridad y se movilizaron con gran rapidez. Usted comprenderá que nuestro director no podía permitir que piezas tan importantes de nuestra colección desaparecieran así como así, se jugaba el puesto. Son piezas que atraen a mucho público y si no estaban ¿cómo explicaría su desaparición? ¿qué habían sido cedidas como prestamo? No, no podía. Tenía que encontrarlas como fuese. Pero ahora que lo dice, yo las vi en su sitio. Claro, que las vio usted, porque finalmente las encontramos. Pudimos calmar así, a las mujeres del baño turco que estaban dispuestas a linchar al emperador, si llegaban a encontarrlo. Por suerte lo encontramos nosotros primero. ¿Dónde estaban? En un altillo de las buhardillas, allí los encontramos haciendo el amor. ¿Sabían ustedes que estaban allí? No que va. Fue idea de un empleado, que ahora entre nosotros y que nadie nos oye, por lo visto es un altillo muy frecuentado para los encuentros furtivos entre algunos empleados. Y así terminó el asunto. Volviendo todos a su lugar. ¿Y cómo consiguieron dominar a Napoleón, si puede saberse? Muy sencillo, hay que reconocer que nuestro director estuvo brillante. Le amenazó con quemar la tela si volvía a repetirlo. ¿Y su compañero? Bueno él ha sido el peor parado de toda esta historia. El director se emperró en que en todo este asunto el principal culpable era él, por no saber frenar a tiempo estas escapadas y estos encuentros. Él se defendió como pudo diciendo que nada tenía que ver con todo aquello, que en todo caso era culpa de los pintores, por haber sabido impregnar de vida a sus obras. Que son obras muy vivas. ¿Y qué le dijeron? No hubo nada que hacer. Está despedido, aunque muy bien pagado, para que tenga la boca bien cerrada.

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