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Una bofetada al doctor Goebbels
En 1938, l siguiente año de su estreno en EEUU, la compañía de Disney
iniciaba tratos con Alemania para la distribución del film de Blancanieves,
pero la situación económica y política por aquel entonces empezaba a cambiar y
los americanos se vieron obligados a ser cada vez más exigentes en sus
transacciones comerciales. En este clima, comenzaron los complicados tratos con
Bavaria Films y la Ufa, para la distribución del film. Coincidió además, el
estreno de “Blancanieves y los siete enanitos” en el Festival de Venecia,
antesala de su estreno en Europa. Al Festival asistieron los críticos de cine
alemanes alineados con el régimen nazi. La proyección les indignó. No vieron
con buenos ojos que a la malvada reina se le pusiese el rostro de su venerada
Uta. Y se la llamase Grimhilde, nombre de resonancia wagneriana. Cuestión ésta
de la que ya estaba al corriente Goebbels. Y al ser premiado el film en Venecia
indignó más aún a los representantes alemanes. Los nazis argumentaron que la información
que había recibido Disney, sobre la reina Uta, fue hecha por algún traidor a la
patria o por algún desaprensivo y rencoroso judío.
El
film no se pudo estrenar durante la implantación del régimen nazi. Finalmente se
estrenó en Alemania Federal, en 1951, seis años después de terminada la
guerra.
Ese
ha sido mi descubrimiento, hecho en un pequeño libro, “La verdadera historia de
la Reina de Blancanieves. (De la Selva Turingia a Hollywood)”, traducido por
Remedios Ávila y Pietro Pimpinella y editado por la Universidad de Granada
(España) y que rastreando por internet localicé en la Librería Cálamo de
Zaragoza, que diligentemente y previo pago, me lo envió en dos días a mi
domicilio. Libro que ha ampliado mis conocimientos adquiridos sobre el dibujo
de Disney, cuya primera la noticia recibí en aquella exposición del Gran Palais
de París.
Catálogo de la exposición del Gran Palais de París.
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