NO SÉ EL QUÉ

No sé el qué, pero algo me dice que tengo que debo entrar de pleno en la escritura, lo que intento sea mi trabajo, de lo contrario terminaré sumido en un sueño improductivo que me llevará al descalabro. Trabajar la escritura. Sin parar de hacerlo. Sin levantar la pluma del papel o los dedos del teclado. Aunque hierre el camino, siempre habrá un tiempo para enderezarlo. Además, los errores enseñan. Bueno es, en este caso equivocarse. Pero, ¿de qué escribir cuando te has vaciado todo tú después de una tanda de cuentos? No soy el mago que me gustaría ser, con una chistera de la que continuamente pudieran aparecer relatos. Pero sí soy a ratos un suplantador de realidades, dado que la literatura, como decía Gonzalo Suárez, suplanta la realidad. Quizá, como él dice, pueda encontrar una historia paseando, pero con la única diferencia que él pasea de verdad, y mi andadura es mental. Es allí donde siempre ando buscando una salida, ya sea de emergencia, da igual, y escapar con un relato bajo el brazo. Si es así, podré volver a comenzar de nuevo, mi proceso de transformismo. Pasaré a ser otros. Moldearé sus vidas y construiré un mundo o varios, donde poder ubicarlos. Sabiendo que ellos y esos mundos no son reales, ahí está lo divertido de esta profesión. Aunque acabas creyéndotelos. Y si además, también se lo creen los lectores, pues mejor aún. Solo así es cuando tiene atractivo la vida. Te das cuenta de que todas esas mentiras que urdiste, se han convertido en una realidad. Y en el fondo sabes que se ha producido porque algo de mago llevas dentro ti, aunque sea durante unos pequeños instantes. Un mago que ha vertido en su chistera, un veneno del que difícilmente puede uno librarse. El veneno de la adicción a la escritura. Es lo que tiene, jugar a hacer juegos malabares.