(Fragmento  de)  
En busca del  tiempo perdido
 (conocido como "la  magdalena de Proust" :P)
 Y muy pronto,  abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro  triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té  en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que  aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi  atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. un placer delicioso  me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las  vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su  brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una  esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es  que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde  podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor  del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma  naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo  un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me  dice un poco menos.   
[...]
Vuelvo con el  pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té, y me encuentro  con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más  que me traiga otra vez esa sensación fugitiva.  [...]
Y luego, por  segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el  sabor aún reciente del primer trago de té y siento estremecerse en mí algo que  se agita, que quiere elevarse, algo que acaba de perder ancla a una gran  profundidad, no sé el qué, pero va ascendiendo lentamente; percibo la  resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando. [...]
Y de pronto  el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía  Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los  domingos por la mañana en Combray.  [...]
Y como ese  entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos  de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan comienzan a estirarse, a  tomar forma, a colorearse y a distinguirse convirtiéndose en flores, en casas,  en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro  jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas  gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y  sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y  consistencia, sale de mi taza de té.
Homenatge a en Rafael que, a l'igual que Proust, davant d'un plat d'olives torna a la seva infantesa i a la taverna a on anava el seu pare, i escriu un relat deliciós.
                 MARISA
 
Moltes gracies pel teu comentari, pero "tas pasao" que gran honor que sea un texto de Proust nada menos. Celebro, eso sí, que te haya gustado, de hecho a gustado a todas vosotras, gracias. R.
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